11 noviembre 2009

Otra voz silenciada. Otra coz a la libertad de opinión

Pues parece que la epidemia se extiende. El País ha decidido cargarse a una de las voces más críticas (de las pocas...¿la única?) que aún permanecían entre sus páginas. Le toca el turno a Enric González, que fuera corresponsal del periódico en algunas de las principales ciudades del mundo y al que le habían dado la oportunidad (¡qué error estratégico de Cebrián!) de compartir columna con (el ya repetitivo y demasiado cansino) Boyero. Él mismo lo anunciaba en su columna de ayer con la mala leche que le es habitual (la que hizo que ya le censuraran alguna columna hace unos meses):

"La dirección de este periódico considera que conviene aprovechar al máximo el espacio de papel, cada vez más escaso, y que estas líneas serán de mayor provecho si se dedican a la televisión en lugar de a peroratas más o menos excéntricas. Se me ha ofrecido volver a ser corresponsal en el extranjero, el empleo al que me he dedicado durante casi dos décadas, y he aceptado. Me largo a Jerusalén en enero. Alguna vez dije en este mismo espacio que no hay que preocuparse si desaparece del periódico alguna opinión, porque cada uno tiene ya la suya. Sigo pensándolo. Creo que hace más falta la información y, dentro de mis posibilidades, en el nuevo destino intentaré conseguirla, comprenderla, escribirla y publicarla."

Patada en los cojones, y fuera de la molesta sección de Opinión. Corresponsalía en Jerusalén y todos tan contentos. Es cierto que lo más digno en estos casos (visto desde fuera) es no admitir el cambio y despedirse de la empresa que te degrada. Pero tampoco pidamos a los demás que se conviertan en héroes para que sean nuestras referencias un par de semanas. Cuando ya ni pensemos en ellos, esta gente tiene que seguir comiendo y pagando una hipoteca. Es demasiado complicado ser coherente e íntegro en estos tiempos que corren. Pero no deja de ser triste.

En una cosa se equivoca Enric. Se equivoca cuando dice que en estos momentos hace falta más información que opinión, y que por ello nadie debe sufrir su ausencia. Eso puede ser verdad en general, pero no en su caso particular. En su caso era más necesario para los lectores opinando, argumentando y exponiendo su punto de vista, su visión del mundo, que enviando crónicas desde Oriente Medio. El envío a Jerusalén no parece casual. Es un lugar alejado, donde va a molestar poco y donde su forma de ver el mundo va a adecuarse como anillo al dedo a los intereses estratégicos de la empresa que le paga: que les dé caña a los judíos y se apiade de lo pobres palestinos para regocijo de los pijoprogres sociatas.

¿Por qué no lo mandarían a Venezuela?

¿Quién será el siguiente? ¿En qué medio? Se admiten apuestas.

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